sábado, octubre 16, 2004

21. Todo por servir se acaba

¿Qué puedo decirte, meloso lector? La desilusión muchas veces es tan repentina que puedes caer en ella sin darte cuenta. Lo que antes eran flores en tu jardín, de pronto se vuelve tierra estéril. Del oasis se pasa al desierto, del carro del año a una carcachita, del yate a la panga, de gerente a barrendero, de amor a desamor.

Cómo me duele recordar esos tiempos en que viví postrado en el Hospital de mi Desilusión. Hoy en día no puedo visitar un doctor sin recordar aquellos momentos, cualquier medicamento recetado para curar la gripe me retorna a esos días en que las medicinas llegaban tres veces al día: cuota de mi amor por Ludovika la Vikinga, actual campeona de la triple A.

Después del tremendo azotón que di en el Auditorio de Tijuana, se dudó que mi columna vertebral volviera a ser la misma, se dudó que volviera a caminar, se dudó que sobreviviera el azaroso quebrantamiento de tantos huesos. En esos momentos todo lo que uno quiere es una cucharada de cariño y, por fortuna, mis pocos amigos no dudaron en visitarme.

Ludovika, en cambio, ay, sólo unas cuantas veces se acordaba de mí: mandaba flores con algún recado insignificante, hacía apariciones esporádicas generalmente acompañada de un galán, si no era un colega luchador, era un réferi o un aficionado que tal vez le decía las mismas boberías que en un tiempo yo le había murmurado al oído.

¡Destino mamón, qué gacho fuiste conmigo! Por un lado me concediste la fortuna de ganarme a la mujer más grande y bella del universo y por otro me la quitaste con francas muestras de la más pinche ironía.

Un día, la Ludovika desapareció de mi vida. Compromisos profesionales, campeonatos, amoríos, qué sé yo. Lo llamo, simplemente, “mi tiro de gracia”.

Digamos que “depresión” era una palabra muy jocosa para calificar mi estado de ánimo. Mi corazón se encontraba en un perpetuo desmayo de donde no creía poderme salvar. En retrospectiva, considero que no hay una sola separación que no se considere la definitiva. Cada vez que uno sufre cree que es el peor momento y que no habrá otro que lo rebase. Se piensa que, como dice José Alfredo, de esta pena ya no voy a levantarme. La ingenuidad le cae bien al mártir. Es cierto que sufrí; pero nunca pensé que se me quitaría con tanta facilidad. Claro que a Ludi no la olvidé, sólo acomodé su fólder al final de mi archivero.

Aquí es donde debería empezar a hablar de cierta enfermera llamada Maríantonieta, de sus ojos grandes, su piel café con leche y sus caderas redondas y abrazables. La misma que todos los días descubría una de mis nalgas y le plantaba un flechazo que no paraba hasta llegar a las partes más nobles de mi corazón latiendo. Era una muchacha instrospectiva que cada tres días, en el turno de la tarde, me bañaba con una esponja, despertándome sensaciones que se endurecían y gritaban AJÚA.

Ay, si sólo tuviera tiempo para continuar escribiendo. Ya le he dicho al escritor que estas historias no pueden seguir, que ha sido mucho su esfuerzo y le agradezco; pero que también la memoria debe descansar, y la mía, hinchada de tanto golpe y tantas dulces sobaditas, ya se merece unas vacaciones. He depositado en estas páginas un buen cacho de mi vida, creo que ahí la dejamos por ahora.

Meloso lector: eres mi cómplice y sólo me queda agradecer tu paciencia. Tal vez algún día nos volvamos a ver, nos encontremos en un café o en una cantina y te continúe contando mis aventuras. Esa Maríantonieta también rompió mi corazón, pero fue un poquito nada más. De las piezas que restaban se pudieron construir muchas más cosas, algunas jediondas y otras, la mayoría, sabrosonas.

Si estas crónicas del maldito amor sirvieron de algo, si curaron una herida, calentaron un sandwich, pagaron una deuda, rompieron una copa, acentuaron una vocal, ataron una agujeta, remendaron un calcetín, quemaron una tortilla, enmendaron una grieta, mordieron un cachete, demolieron un edificio, entonces habrán servido de algo durante estos cinco meses. Si nada de esto sucedió como consecuencia de la Ingrata y pérjida, pues ni modo. Habrá otras historias que alguien cuente y que conmuevan y que alegren y que entristezcan. Por lo pronto, me despido.



FIN DE LA INGRATA Y PÉRJIDA


2 Comments:

At 20 de octubre de 2004, 6:17 a.m., Blogger Fernando said...

Hola, checa las fotos del BEAM, semiDioS, CHANGo100 y demás banda en mi BLOG, ah, y compra mi libro, a Daniel Salinas le gustan mucho... bye love, soy de la edad de Cave, Resuelve mi trivia hasta mero abajo de mi BLOG.

 
At 4 de noviembre de 2005, 3:50 p.m., Blogger Roberto Iza Valdés said...

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